Escribe Carmen Heck, Directora de Políticas de Oceana Perú. Publicado en La Prensa.pe
El debate en el Congreso sobre las propuestas legislativas para abordar el problema de la contaminación por plásticos ha puesto sobre la mesa la necesidad de que el país avance hacia una economía circular del plástico. Esta tiene como objetivo disminuir drásticamente el uso de materias primas y la producción de residuos; a través de lo que se conoce comúnmente como las 3 erres del consumo responsable: Reducir, reutilizar, reciclar.
Esta preocupación no es exclusiva de nuestro país. El año pasado, en su declaración “Nuestros Océanos, nuestro futuro: llamamiento a la acción”, la ONU exhorta a acelerar las medidas para prevenir y reducir la contaminación marina, incluidos los plásticos y microplásticos. También invoca a adoptar el concepto de las “3 erres”, aplicar estrategias sólidas y a largo plazo para reducir el uso de los plásticos y microplásticos, en particular las bolsas de plástico y los plásticos de un solo uso, abordando su producción, comercialización y uso.
Hay que hacer algo para reducir la contaminación por plásticos, hasta aquí todos estamos de acuerdo. Sin embargo, hay quienes sostienen que la forma de hacerlo es impulsando de manera prioritaria la tercera R, el reciclaje. Ignorando que en un enfoque de economía circular las tres erres no son de igual tamaño e importancia. La primera, reducir, es la más importante, donde Estado, empresas y consumidores debemos poner el mayor esfuerzo. Solo en aquellos casos en que la reducción no sea posible, optar por el reuso, recuperación y reciclaje.
Esto queda claro si vemos las cifras. De acuerdo a la ONU, a nivel mundial solo se recicla el 18% del plástico que se produce, mientras un 40% de las más de 448 millones de toneladas de plástico que se producen cada año son desechables. Según el MINAM, en el Perú solo llegamos al 0.3% de plásticos reciclados y la tendencia de consumo es a aumentar los 30kg por persona que consumimos al año.
Para que una economía circular funcione, todos los engranajes deben funcionar. No servirá de mucho promover el reciclaje si nuestro consumo sigue aumentando a un paso más acelerado. No solo porque la cadena de reciclaje no tendrá la capacidad de absorber todos los recursos plásticos que generamos, sino porque todo plástico, incluso el reciclado, terminará a la larga convirtiéndose en desecho.
Por eso, la pregunta clave a plantearnos no es qué podemos hacer para revalorizar el plástico que descartamos; sino, si realmente necesitamos todo el plástico que usamos. Pregunta que no está dirigida solo a los consumidores sino también a la industria que necesita migrar hacia eco-diseños que reduzcan la cantidad de material que usan en sus envases, promuevan la reutilización y faciliten su revalorización, por ejemplo, utilizando un solo tipo de polímero por envase o mejorando el etiquetado para facilitar su segregación.
Esta segunda pregunta puede resultarnos más incómoda, porque su respuesta nos llevará a replantearnos nuestros hábitos de consumo o nuestros modelos de negocio, pero es ineludible si queremos evitar un futuro en el que el planeta se ahogue en una marea de plásticos.
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