julio 14, 2025
Pota: el gigante del Pacífico que sostiene la pesca artesanal en Perú
La pota no solo es el cefalópodo más abundante de nuestras aguas. También impulsa una cadena económica que involucra a miles de pescadores, operarios en muelles y plantas, transportistas, comerciantes y exportadores en todo el litoral.
Durante la última semana de junio, los vecinos de Punta Negra se toparon con una escena inesperada al caminar por la orilla: decenas de calamares gigantes, conocidos también como pota, yacían en la arena, algunos aún frescos, otros ya sin vida. Pronto, imágenes similares comenzaron a llegar desde Pucusana, San Bartolo, Ancón, Marcona y Villa El Salvador. En varias de estas playas también se hallaron anchovetas y pejerreyes, lo que aumentó la incertidumbre entre los vecinos. Mientras algunos observaban con desconcierto la escena, otros no dudaron en recoger los ejemplares aún vivos y llevárselos.
El fenómeno llamó la atención, pero no fue un misterio por mucho tiempo. El Instituto del Mar del Perú (Imarpe) explicó que respondía a la dinámica natural del ecosistema marino. En esos días, el litoral limeño experimentó el ingreso de masas de agua cálida y salina, además de un mar agitado. Ello habría empujado a cardúmenes de peces pequeños hacia la costa. Y detrás de ellos, como suele ocurrir, vino la pota: una especie oportunista que sigue a sus presas allí donde vayan.
“Cuando varias especies aparecen juntas en la orilla, usualmente se trata de cambios bruscos en la temperatura o salinidad”, explica Alejandra Travezaño, ingeniera pesquera de Oceana. “No es algo alarmante, sino una muestra de cuán vivo y cambiante es nuestro mar”, añade.
Más allá del asombro inicial, lo ocurrido dejó flotando una pregunta: ¿qué tanto sabemos realmente sobre este animal que aparece en ceviches y chicharrones, que viaja congelado a China y que sostiene el trabajo de miles de familias peruanas?
Una especie resistente, voraz y clave en el ecosistema
La pota (Dosidicus gigas) es uno de los cefalópodos más grandes y abundantes del mundo. Según el Imarpe, puede superar el metro de largo y pesar más de 50 kilos. Habita exclusivamente en el Océano Pacífico oriental y lleva una vida intensa, aunque corta.
Durante el día se oculta en las profundidades, entre 400 y 1,000 metros, y por la noche asciende en busca de alimento. Es ahí cuando entra en escena la pesca artesanal. Atraída por la luz, la pota sube a la superficie y es capturada una a una con señuelos que simulan pequeños peces. A esta técnica se le conoce como muestra potera.
“Su ciclo de vida es corto. La mayoría vive alrededor de un año y muere después de reproducirse”, explica Renato Gozzer, director de programas en Latinoamérica de la Fundación Innovations for Ocean Action. Pero esa vida breve no la hace frágil. Por el contrario, su alta capacidad reproductiva la convierte en una especie resiliente, capaz de adaptarse con rapidez a los cambios en el océano.
Esa adaptabilidad también se refleja en su tamaño. “Tiene una plasticidad fenotípica muy interesante”, añade Gozzer. “Es un recurso muy sensible a las condiciones oceanográficas. En Chile, por ejemplo, se encuentran ejemplares más grandes; en Ecuador, más pequeños. Pero todas pertenecen a la misma población”.
El calamar gigante también cumple un doble papel en el ecosistema marino. Es un gran depredador, pero también una presa importante. Se alimenta de peces pelágicos, zooplancton y, en ocasiones, incluso de otros calamares. Sí, el canibalismo es una de sus características. A su vez, forma parte esencial de la dieta de animales como el perico, el cachalote y algunos tiburones. Su presencia y comportamiento ayudan a mantener el equilibrio de muchas otras formas de vida marina.
¿Cómo comenzó esta pesquería artesanal de gran relevancia?
Una lectura por el archivo histórico revela que, hasta fines de los años 80, la pota era casi una curiosidad en la pesca peruana. Se capturaba de forma incidental, con desembarques que no superaban las mil toneladas al año. Todo cambió cuando en 1989, un crucero de prospección científica realizado por Corea del Sur y autorizado por el gobierno peruano, determinó que existía un potencial comercial del recurso. Este hallazgo fue determinante para el inicio de una pesquería dirigida. A ello se sumaron los estudios que el Imarpe venía realizando desde 1979 sobre los hábitos y rutas migratorias de la pota, que ya indicaban la presencia de grandes concentraciones en aguas peruanas y alta mar.
Con el cambio de siglo se inició el gran incremento de las capturas artesanales de esta especie. Fue un periodo de expansión e incertidumbre, en el que se empezaron a sentar las bases de esta pesquería. En octubre de 2011 se promulgó el Reglamento de Ordenamiento Pesquero (ROP) del calamar gigante. Aunque la pesca artesanal ya se desarrollaba desde hacía más de una década, el reglamento no la incluyó, y se centró en establecer condiciones de acceso para una flota industrial peruana, que aún no existía, y para embarcaciones extranjeras.
A partir de 2012, el Perú cerró el acceso a embarcaciones extranjeras para pescar pota dentro de las 200 millas y desde allí esta actividad está en manos de los pescadores artesanales. Hoy, según Produce, más de 4400 embarcaciones artesanales extraen pota utilizando la línea potera: un arte de pesca manual, altamente selectivo y de bajo impacto ambiental.
Esa transición no se habría dado sin la capacidad de observación y adaptación de los propios pescadores. “Los pescadores de Talara vieron cómo operaban los buques japoneses y coreanos y adaptaron sus herramientas”, cuenta Juan Carlos Sueiro, director de pesquerías en Oceana. “Tomaron la muestra potera industrial, más pequeña y flexible, y la transformaron en una manual, más grande y rígida. Esa adaptación marcó el inicio de lo que hoy es la pesquería artesanal más importante del país”.
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De las caletas al mundo: una cadena que alimenta y da empleo
La pota que vemos en un ceviche servido en el restaurante local o en un plato de bocadillo de calamares, a miles de kilómetros, en Madrid comienza su recorrido en las caletas distribuidas a lo largo del litoral. En puertos como Paita, Talara, Pucusana, Matarani o Ilo, miles de pescadores artesanales se embarcan cuando el cielo aún está oscuro, listos para una jornada exigente en altamar.
Las faenas varían según la región. “En el norte, las embarcaciones tienen mayor autonomía y pueden salir hasta por 10 o 20 días a alta mar. En el sur, las salidas son más cortas y se combinan con la pesca de otras especies”, explica Gozzer. A ello se suma un comportamiento estacional del recurso, donde por lo general, en primavera y verano, la pota abunda en aguas costeras; mientras que en invierno tiende a migrar mar adentro, coincidiendo con el momento en que flotas extranjeras la capturan fuera de las 200 millas.
Ya en el mar, el proceso de pesca es meticuloso. Primero se encienden potentes luces para atraer a la pota. Luego, los pescadores lanzan sus muestras poteras y recogen los ejemplares uno a uno, con precisión y fuerza. Algunos cuentan que, al izar una pota, han visto cómo otra se aferra a ella, arrastrada por su naturaleza caníbal.
La captura se almacena en cajas con hielo para mantener su frescura. A bordo trabajan capitanes y marineros. Pero el impacto de esta pesquería no termina en altamar. Una vez en tierra firme, la pota activa toda una cadena productiva que da trabajo a miles de personas.
“Estimamos que entre 15 mil y 20 mil pescadores se dedican exclusivamente a esta especie, y se suman miles más en las plantas procesadoras, sobre todo en Paita, que es el principal centro de procesamiento del país”, señala Sueiro.
Gran parte de la producción nacional de pota se exporta principalmente en diversas presentaciones congeladas como cabeza, aletas, manto y tentáculos, así como en menor medida en conservas. También se exporta harina de pota. De enero a mayo de este año, las exportaciones de pota sumaron US $358 millones. China, España, Corea del Sur, Tailandia y Japón fueron los principales destinos, aunque el producto peruano llegó a más de 50 países.
En los mercados de Perú se puede encontrar la pota ya limpia y trozada, lista para cocinar. En el extranjero, se utiliza en calamares fritos, típicos en España y Estados Unidos, y también forma parte de conservas en mercados asiáticos, donde se emplea como sustituto del abalón en productos gourmet elaborados con pasta de pota.
En nuestro país, el consumo de pota es más reciente. Durante los primeros años, no era parte habitual de la mesa. Era rechazada por su textura y particular gusto. Ahora forma parte de la oferta gastronómica diaria, donde ceviches y chicharrones se venden incluso fuera de los colegios o en plazas principales, valorados por su buen sabor y bajo costo.
Hoy, la pota es la principal pesquería artesanal del país. Se estima que genera empleo directo para más de 40 mil personas, entre pescadores y armadores. Además, el Perú se disputa con China el primer lugar como productor de calamar gigante a nivel mundial. Un verdadero motor económico que comienza en el mar y termina en mesas de todo el mundo.

Esfuerzo pesquero, flotas ilegales y cambio climático
En marzo, luego de 15 años sin modificaciones, se actualizó el ROP de la pota, marcando un hito para su sostenibilidad. La nueva norma ratifica que solo puede ser capturada por embarcaciones artesanales con línea potera, y suma herramientas clave como el monitoreo satelital (Sisesat) y el sistema de trazabilidad (Sitrapesca). Además, impulsa el registro de las embarcaciones peruanas en la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur (OROP-PS), requisito para que puedan operar legalmente en alta mar, donde predominan flotas extranjeras, principalmente chinas.
Aunque la pota no está en riesgo de colapso, los especialistas coinciden en que su sostenibilidad a largo plazo depende de decisiones urgentes. Uno de los principales desafíos es controlar el esfuerzo pesquero. “Se siguen reportando construcciones de embarcaciones ilegales, incluso con artes de pesca no permitidas. Hay flotas que no están registradas o que operan fuera de la norma”, advierte Gozzer. El panorama se complica aún más con la presencia de flotas extranjeras ilegales.
A ese escenario se suma una variable que es importante entender: el cambio climático. Fenómenos como El Niño que alteran las condiciones del mar, modifican las rutas migratorias de la pota y afectan sus ciclos de reproducción. Si bien no se puede controlar, es fundamental comprender sus efectos para anticipar cambios en la disponibilidad del recurso y tomar decisiones basadas en evidencia científica. En este marco, los cruceros de investigación son de gran relevancia.
El calamar gigante que mueve al Perú
Como hemos visto, la pesquería de pota ha recorrido un camino notable. Lo que empezó como una captura incidental se transformó, en apenas unas décadas, en una de las pesquerías más relevantes del país. Hoy genera empleo, alimenta a miles de familias, impulsa exportaciones y abre nuevas rutas de conocimiento. Pero también enfrenta desafíos ecológicos, políticos y económicos que requieren de atención.
Contar su historia es también una manera de visibilizar el esfuerzo diario de miles de pescadores, operarios y científicos que dependen de este calamar gigante, y de un océano saludable, para seguir adelante.
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