mayo 26, 2025
Mar peruano: el silencioso camino a la desaparición de algunas especies
El mar del Perú es uno de los más productivos del mundo, por lo que provee alimento y trabajo a millones de personas. Sin embargo, detrás de esta abundancia se esconde una realidad compleja: la sobreexplotación, la contaminación y la falta de control que amenazan a especies vitales para el equilibrio ecológico. En esta entrevista con Juan Carlos Riveros, Director Científico de Oceana Perú, exploramos la situación actual de nuestros recursos marinos, los desafíos que enfrentan y las posibles soluciones para garantizar un futuro sostenible para el mar peruano.
¿El mar peruano es realmente uno de los más ricos del mundo?
Definitivamente el mar peruano es uno de los más ricos en productividad secundaria, comparable con los círculos árticos y antárticos por su producción de krill. Somos uno de los más grandes en biomasa, es decir, producimos una enorme cantidad de pescado gracias a nuestras condiciones oceanográficas. La combinación de frentes fríos que trae la corriente de Humboldt, un fenómeno conocido como afloramiento, hace que los nutrientes que están en la columna de agua suban hacia la superficie, donde son aprovechados por el plancton, que a su vez sustenta toda la cadena alimenticia que va desde la anchoveta hasta el bonito, el jurel o la caballa.
En cuanto a diversidad de especies, ¿Perú tiene también uno de los mares más biodiversos?
En biodiversidad nos ganan los corales, todos los países tropicales o los del Pacífico Oriental porque tienen mejores condiciones. Nosotros tenemos un mayor número de peces en el norte, se han contado más de 800 especies, pero sigue estando lejos de los récords de 2000 especies que existen en Australia.
¿Deberían aplicarse vedas a todas las especies para proteger nuestra biodiversidad?
En el mar, los organismos tienen una serie de limitaciones para crecer indefinidamente, como su tamaño, la cantidad disponible, la competencia entre sí y con otras especies o la pesca. Por eso, el manejo pesquero busca identificar cuánto extraer del ecosistema para que lo restante pueda regenerarse y seguir creciendo, o al menos reponer lo que se ha sacado. Esta es la idea básica. Incluso para la anchoveta, de la que tenemos millones de toneladas, existen vedas. Por ejemplo, la veda reproductiva de anchoveta protege a las hembras preñadas por unos meses, permitiendo que los nuevos juveniles se unan al stock en la siguiente temporada. Es crucial aplicar vedas, cuotas y otras medidas de manejo en todas las especies, sean abundantes o escasas. Esto asegura que el rendimiento de los recursos sea sostenible y no caiga por debajo de un umbral de no recuperación, como pasó con la merluza a fines del siglo pasado.
¿Cómo llegó la merluza a esa situación crítica?
La pesca de merluza colapsó, reduciéndose de cientos de miles a apenas unos cientos de toneladas. Esto se debió a tres factores principalmente: el clima, el cambio de ciclo que tuvimos al final del siglo pasado y la excesiva explotación de la especie. Situaciones como esta exige tomar medidas como cuotas, vedas o extracciones muy limitadas, que se conocen como “cuotas sociales”, para que las personas que viven de la pesca de la especie amenazada puedan seguir sosteniéndose, pero ya no se permite el ingreso de más barcos ni la pesca todo el año.
¿Todas las especies comerciales del Perú cuentan actualmente con vedas?
Lamentablemente no. De las 200 especies comerciales, un poco más de 20 tienen vedas, que son las especies más comunes. Sin embargo, estas medidas suelen aplicarse demasiado tarde, cuando la especie ya está muy afectada, como sucede con la macha o el chanque. Este problema se debe, en gran parte, a la insuficiente información disponible. El Instituto del Mar del Perú (IMARPE) trata, dentro de lo posible, de recolectar información, de hacer estudios, pero también tiene limitaciones en cuanto a personal, recursos, barcos y logística que no les permite monitorear al menos las 60 especies más apetecidas en el mercado nacional.
Apenas tenemos cruceros para el monitoreo de la anchoveta, la merluza, la caballa, el jurel o la pota, y para muchas de las demás especies nos basamos en indicadores como la pesquería misma, las tallas de desembarco, el muestreo biológico, pero no hay muchos datos de stocks. Por ejemplo, en el caso del bacalao de profundidad y la anguila, que son dos especies de muy alto precio en el mercado internacional y que tienen cuotas de pesca bajísimas cada una (menos de 6000 toneladas la primera y un poco menos de doscientas la segunda), no hay una evaluación de stock regular. No sabemos efectivamente cuántas hay, pero a partir de la información de la pesquería y de variables biológicas como el tamaño, la reproducción, etc., se emplean unos modelos que permiten determinar si se encuentran dentro del margen de lo sostenible. Además, la mayoría de las especies marinas tienen pocas restricciones, como la talla mínima. Pero esta no se respeta en el mercado por falta de control. La escasa fiscalización provoca que el 50% de las especies que ingresan al mercado mayorista estén por debajo de la talla mínima.
¿Qué especies del mar peruano se encuentran actualmente en riesgo?
El IMARPE ha identificado, a lo largo de los años, especies que entran y salen de riesgo. Por ejemplo, la concha de abanico estuvo en riesgo crítico, y el chanque (un caracol del sur) ha estado mucho tiempo en veda, pero ya se está recuperando. El calamar, en veda hace dos años, ya se está pescando nuevamente. Sin embargo, otras especies muy escasas no tienen cuota, como las machas o la concha navajuela. Incluso los choros, en su momento, estuvieron totalmente prohibidos.
Entre las especies grandes más amenazadas se encuentran los peces de peña como el mero, la negrita, la vieja y el ojo de uva, muy valoradas por su carne. Estas especies están en una situación crítica, especialmente en el norte del país. Según encuestas y análisis de desembarcos de pescadores y buzos, los ejemplares que se encuentran son cada vez más pequeños o, directamente, ya no se hallan. Antes era común capturar peces de peña de 14 kg, mientras que ahora apenas se consiguen de 5 kg o no hay. Esto evidencia que no se les está permitiendo madurar o que sus poblaciones han alcanzado un punto insostenible.
¿Cuáles son las causas que explican el deterioro de dichas especies?
Hay una combinación de causas. Una de ellas es la pérdida de hábitat debido a la contaminación. Las áreas donde estas especies han vivido y crecido, donde anidan y se refugian, han ido perdiendo paulatinamente calidad por la contaminación marina. El mar es el desagüe de los humanos, literalmente. Hay muy poco tratamiento de aguas residuales en la costa peruana. La segunda causa es el desarrollo costero, que por un lado es urbanístico, con malecones y casas alrededor de la playa que van destruyendo y erosionando los ecosistemas; y por otro, el desarrollo portuario, que tiene efectos similares. Todo esto contribuye a la reducción de hábitats adecuados para estas especies, que viven en zonas donde no hay contaminación ni perturbación.
Otro factor que incide en el deterioro de las especies es la sobrepesca. Mientras la demanda de chita, cabrilla o mero de cierto tamaño persista, los pescadores, especialmente los buzos por su selectividad, seguirán buscando esos ejemplares. Tenemos demasiados buzos, pescadores y botes. Estamos viendo crecer día a día las flotas, y esto conlleva a que haya más gente en el mar. Literalmente terminamos como las combis. Muchos pescadores son partícipes de esta actividad porque es lo único que les queda para trabajar y vivir. Y también porque hay falta de fiscalización.
¿La acuicultura puede ayudar a disminuir el riesgo de algunas especies?
La acuicultura podría reducir la sobreexplotación, pero en Perú esta actividad enfrenta desafíos. Primero, muy pocas especies son fáciles de criar y faltan estudios y evidencia al respecto. Segundo, la acuicultura requiere agua de muy buena calidad, lo que limita considerablemente los sitios aptos para establecer criaderos. Otro problema es la alimentación en los criaderos. No es rentable pescar 4 kg de anchoveta para hacer harina y alimentar a 1 kg de pescado del criadero. Si bien económicamente puede tener sentido, desde la perspectiva de la seguridad alimentaria no lo tiene. Hoy en día, la acuicultura se emplea para la crianza de especies menos comunes o de difícil acceso al público, como el salmón o el lenguado. Lo ideal sería expandir la acuicultura.
Si no se toman acciones, ¿se puede calcular cuánto tiempo de vida le quedarían a las especies más amenazadas?
Es imposible determinar un tiempo exacto, ya que depende de la biología de cada especie. Sin embargo, los escenarios son bastante desalentadores: peces que antes pesaban 15 kg ahora apenas alcanzan los 5 kg. Algunas especies, como el mero, el cabrillón o los chinos, que solían medir casi 60 cm, son muy difíciles de encontrar hoy en día. Si los ves, es generalmente en un restaurante de alta cocina, no en un mercado común. Con esto no quiero decir que los restaurantes de cinco estrellas sean los responsables, pero la escasez de estos pescados les ha otorgado un valor adicional. Es probable que, en los próximos 50 años, tengamos que despedirnos comercialmente de algunas especies. Esto no implica su desaparición biológica, ya que podrían subsistir poblaciones en lugares remotos o donde nadie pasa. Sin embargo, en términos de consumo habitual, estas especies prácticamente habrán desaparecido del mercado.
¿Qué efectos produciría en el ecosistema marino la desaparición de algunas especies?
Muchas de estas especies desempeñan un rol de control de erizos porque tienen la boca grande. Al comerlos, evitan que los erizos consuman los bosques de algas, que son refugios vitales para la reproducción de otras especies. Existe una clara relación ecológica de por medio. ¿Qué tan grave será esto para el ecosistema? No podemos concluir que la desaparición del pez chino o el pez ojo de uva reduzca la cantidad de cangrejos que viven en los bosques de algas; no es tan simple. No contamos con suficiente información para predecir el impacto exacto. Sin embargo, sí sabemos que son una pieza importante del ecosistema y su desaparición puede alterar las condiciones del hábitat, afectando a otras especies.