mayo 8, 2023
Mar Pacífico Tropical Peruano: una riqueza a la espera de protección
Si bien la mayoría del Perú está acostumbrado a un mar frio, en el norte del país, en las costas de Piura y Tumbes, en apenas el 15% de nuestro litoral, el mar cálido permite la existencia de uno de los mares más diversos del planeta: el Pacífico Tropical Peruano. Alberga a más del 70% de especies marinas conocidas del país, es hábitat de especies amenazadas, provee más de la mitad de la pesca que consumen los peruanos y es el sustento de más de 15 mil familias dedicadas a la pesca artesanal.
Sí, el mar del sur que todos conocemos es muy productivo, pero la variedad del mar del norte es un tesoro más allá de la pesca. Como ahí se juntan la corriente de Humboldt y la del Pacífico Tropical, hay especies que llegan de mar adentro como las ballenas, los tiburones, las mantarrayas. Hacia aquí migran las ballenas jorobadas del Pacífico sur para aparearse y reproducirse. Las tortugas marinas también llegan para alimentarse y anidar. Como hemos señalado en otra ocasión anterior en este blog, las costas de Tumbes serían uno de los lugares de agregación y alimentación más importantes del Pacifico oriental para las mantarrayas gigantes y los tiburones ballena, los peces más grandes que existen en el mundo. La variedad de pescados, por su parte, son más suaves y delicados en sus sabores, lo que los hace muy apropiados para la gastronomía y tener un mercado asegurado. Además, es hogar de decenas de criaturas que la ciencia apenas acaba de descubrir. Estos, que son solo algunos ejemplos, además están rodeados de balnearios ideales para el relajo, los deportes acuáticos y la pesca deportiva.
Como ha indicado el Ministerio del Ambiente, “el Mar Pacífico Tropical Peruano es un valioso bastión contra la amenaza del cambio climático y un espacio vital para desarrollar la productividad biológica y pesquera del Perú”. Pero hasta ahora su protección ha sido muy poco considerada. A pesar de que desde hace más de una década se ha insistido en convertir esta zona en un área protegida, el ecosistema Pacifico Tropical aún no está representado en el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sinanpe).
En la actualidad, indican Juan Carlos Riveros, director científico de Oceana, y Juan Carlos Suiero, director de pesquería también esta organización, las principales amenazas para esta zona son la persistente pesca de arrastre ilegal sin control que sucede incluso a la vista de quienes realizan paseos turísticos como “un espectáculo de la corrupción y de la ilegalidad”. También el contrabando de especies marinas como los tiburones que se registran como pesca peruana habiendo sido capturados, en realidad, en Ecuador, donde tienen menores restricciones. Existe, además, una la alta proclividad a accidentes en el sector de los hidrocarburos con un promedio de cuarenta accidentes por año, la mayoría menores. La fuerte explotación petrolera en la zona durante la década del sesenta ha dejado también infraestructuras muy antiguas sin ningún tipo de mantenimiento. A ello se suma, en la frontera, la amenaza de piratas que asaltan a los pescadores locales en el mar y les quitan la pesca, sus motores, baterías y radios, enfrentamientos que en muchas ocasiones han terminado con víctimas fatales. En la tierra, además, los animales domésticos sueltos terminan siendo también una amenaza para las especies en peligro de extinción de la zona. Las primeras cinco millas son de mayor preocupación debido a que es el espacio de reproducción y crianza de un número importante de especies costeras.
Establecer un área protegida en el Pacífico Tropical Peruano es urgente. El MINAM calcula que esta creación permitiría conservar poco más de 116 mil hectáreas de ecosistemas marinos, combatir la pesca ilegal, garantizar la sostenibilidad alimentaria de la zona, catalizar el turismo e incrementar en 28,75% el área marina incluida en las áreas naturales protegidas del país. Cabe recordar que el Perú forma parte del pacto mundial de la ONU para proteger al menos el 30% de las tierras y las aguas oceánicas del planeta para el 2030.
“Una zona de esas características, si bien no prohíbe todas las actividades que se pueden llevar a cabo, sí restringe las operaciones que puedan tener un impacto negativo o dañar el ambiente”, explica Sueiro. “Además, implicaría la instalación de un comité de administración, de gestión, que permitiría la supervisión de estas áreas”. Riveros agrega la importancia que esta tendría para las personas que viven en esa zona: “la comunidad podría encontrar en esas autoridades una caja de resonancia para coordinar y presentar sus problemas y hacerse escuchar para generar una agenda y defender la pesca artesanal, en términos de conservación”.
La falta de voluntad política y la demora de más de una década para la aún pendiente aprobación de esta área reservada desgraciadamente es normal en este país. Sin embargo, en este caso, los sectores extractivos, como el Ministerio de Energía y Minas y la Sociedad Nacional de Hidrocarburos también han jugado un papel fundamental en esta postergación, aclara Riveros. A pesar de que la resistencia no parece tener cabida. El mismo MINAM ha señalado que, por el contrario, el establecimiento de zonas reservadas busca “armonizar la explotación limpia de hidrocarburos, la pesca sostenible y la conservación de la naturaleza” y que las áreas protegidas sirven justamente para reducir los conflictos sociales y favorecer gestiones más transparentes.
“Es importante entender una cosa que para la mayor parte de la gente puede sonar raro: una reserva protegida no es un espacio intocable que no va a poder ser usado o que será solo para un público privilegiado” explica Riveros. “Proteger no significa excluir. Se puede proteger y usar al mismo tiempo. Tenemos que proteger para cuidar nuestro futuro y que nuestros hijos y nietos tengan alguna opción de conocer algo de la biodiversidad que nosotros conocemos”.