noviembre 11, 2024
Las enigmáticas especies de aguas profundas
BY: Oceana
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Cuando se habla de animales marinos, se suele pensar en peces de aspecto similar al del bonito, el atún, o mamíferos similares a los lobos marinos o las ballenas. Sin embargo, las profundidades de los océanos del mundo albergan especies que, a primera impresión, se podrían considerar de aspecto “extraño” o “raro”. Pero sus apariencias, lejos de verse representadas con dichos adjetivos, responde a una capacidad de adaptación.
Las profundidades de los océanos tienen limitaciones para los ecosistemas que alberga, como la casi nula luz solar, muy bajas temperaturas, presiones extremas y escasa disponibilidad de nutrientes. Pese a ello, en sus aguas habitan diversos grupos de especies que deben hacer frente a estas condiciones.
Las aguas marinas que superan los 200 metros de profundidad abarcan alrededor del 90% de la superficie oceánica de la Tierra y aún siguen siendo las menos exploradas. Si bien se han descubierto hábitats como fuentes hidrotermales, emanaciones frías y arrecifes de agua fría, se calcula que, hasta la fecha, la exploración a las profundidades marinas solo ha sido del 5%.
Los estudios científicos en el fondo oceánico han reportado especies de todo tipo. Algunas que se pueden mencionar son el pez granadero (Coryphaenoides yaquinae), tiburón pailona (Centroscymnus coelolepis), el celacanto de Comoras (Latimeria chalumnae), besugo (Pagellus bogaraveo), pargo rojo (Etelis coruscans), pargo rubí (Etelis carbunculus), pargo rosado (Pristipomoides filamentosus), la pintarroja austral (Centrophorus zeehaani), el lenguado del Atlántico (Hippoglossus hippoglossus) y el lenguado de Groenlandia (Reinhardtius hippoglossoides).
Resistencia y adaptación
Como la mayor parte de los organismos, las especies de las profundidades marinas tienen fisiologías y metabolismos únicos. Lo que las distingue de otros animales son las presiones extremas a las que están expuestas. Por ejemplo, el déficit de oxígeno en las aguas profundas les puede impedir la respiración aeróbica, función sustancial para que generen energía y puedan sobrevivir. Para adaptarse, las especies de los fondos oceánicos han pasado por un proceso de simplificación de sus estructuras, lo que les ha permitido conservar energía para resistir a ciertos obstáculos como la escasez de alimento. Aunque la simplificación afecta a todo su organismo, se manifiesta principalmente en los elementos esqueléticos, órganos respiratorios y el aparato digestivo.
Uno de los rasgos más característicos de la fauna de aguas profundas es la bioluminiscencia, producida por más del 80% de las especies. Generar luz propia es importante para su supervivencia en un entorno oscuro, pues les da la capacidad de atraer presas y parejas, reconocer a sus pares y encontrar caminos. También la utilizan para defenderse de depredadores, en algunos casos destellando luces de advertencia o igualando sus patrones de luz.
Aspectos que sorprenden
Una de las especies con un mayor número de adaptaciones es el gusano gigante en forma de tubo (Riftia pachyptila), que habita en las fuentes hidrotermales del Pacífico. Carece de boca y sistema digestivo, pero en su lugar tiene trofosoma, un órgano repleto de bacterias simbióticas que le generan alimento y que ocupa todo su cuerpo. Este animal extrae oxígeno del agua, y sulfuro de hidrógeno y dióxido de carbono de los fluidos hidrotermales por medio de las plumas que sobresalen de su cuerpo.
Conocidos comúnmente como “nueces de mar”, los ctenóforos son confundidos con las medusas por su aspecto similar. Tienen un cuerpo blando, transparente y gelatinoso, que puede movilizarse gracias a ocho cilios en forma en peine ubicados a lo largo de su organismo. A pesar de su falta de cerebro, cuentan con estructuras sensoriales y vías nerviosas que controlan el movimiento y les permiten recibir señales ambientales relacionadas con la alimentación y reproducción.
Entre 1600 y 2200 metros de profundidad, habita el pulpo Dumbo (Grimpoteuthis). Se le conoce con este nombre por sus aletas, parecidas a orejas, que pueden verse encima de su cabeza. Entre sus tentáculos hay ligamentos que al unirse forman una especie de paraguas que le sirve para desplazarse, mientras que sus aletas sirven para impulsarse. Sus ventosas contienen unos pequeños hilos que lo ayudan a sentir las vibraciones del ambiente y a detectar dónde hay alimento o si algún peligro lo acecha.
El pez murciélago (de la familia Ogcocephalidae) también tiene un aspecto sorprendente. Su cuerpo es plano en forma de disco y puede elevarse en el fondo del lecho marino gracias a sus aletas pélvicas y pectorales, lo que le facilita una vista dorsal. Es un pez pequeño, pues solo mide hasta 25 centímetros. En lugar de nadar frecuentemente, se caracteriza por realizar movimientos lentos y tener la capacidad de camuflaje. Para cazar tiene una estructura en el hocico similar a una caña de pescar que es lanzada cuando se acerca una presa.
El calamar vampiro es otro de los amos de las profundidades oceánicas. Su nombre es engañoso, pues la comunidad científica ha negado su clasificación como calamar al ser la única especie viva de Vampyromorphida, una orden de moluscos cefalópodos que dio origen a calamares y pulpos. Habita en aguas tropicales y subtropicales con temperaturas que varían entre 2 y 3 grados. Su piel es rojiza o marrón-rojiza y se distingue por tener una piel delgada y elástica que conecta con sus ocho brazos. La consistencia del calamar vampiro se asemeja a la de una medusa, pues es blanda, húmeda y gelatinosa.
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