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diciembre 4, 2024

Conocimiento oceánico: un gran camino por recorrer

Videógrafo filmando puesta pelágica sin identificar. Skagerrak, Fosa de Noruega. Expedición de Oceana Europa al Mar del Norte, julio de 2017 | Crédito: Juan Cuetos

El saber es limitado para la inmensidad del mar a nivel global: el 95% de los océanos aún no han sido explorados. Una cifra que evidencia que el avance de la ciencia ha sido insuficiente en materia oceánica y con justa razón: más del 70% de la superficie de la Tierra es agua.

Hace aproximadamente 25 años, los científicos consideraban que alrededor de los 1,6 millones de especies identificadas hasta entonces representaban casi el 50% del total de especies de plantas y animales en la Tierra. No obstante, tras aplicarse nuevos métodos de análisis de la diversidad de insectos en las selvas tropicales y de pequeños organismos en los fondos del mar, la cantidad de especies conocidas se ha incrementado hasta los 1,7 o 1,8 millones. Estas cifras están lejos de los 10 a 100 millones de especies aún por descubrir, según las proyecciones científicas.

Hasta el momento, se han descrito aproximadamente entre 230 y 275 mil especies marinas y cada año se calcula el descubrimiento de entre 1 300 y 1 500 especies nuevas. Por su parte, el conocimiento del fondo marino no solo responde a la curiosidad científica, sino que es un tema de interés económico, pues este espacio es considerado una fuente de recursos minerales a pesar de los riesgos que implica su posible explotación.

Una visión limitada del mar

La comunidad científica ha estudiado, en parte, todos los océanos existentes. Sin embargo, la diferencia en el conocimiento de cada uno surge a partir de sus particularidades, como su ubicación remota o profundidad. Estos aspectos influyen en los datos limitados que hoy se pueden tener de los mares del mundo.

Por mencionar algunos ejemplos, los océanos Antártico y Ártico son dos de los menos explorados por sus temperaturas extremadamente bajas. También está el océano Índico, del cual se desconocen principalmente las aguas profundas del mar Arábigo por su complejidad geológica, puesto que cuenta con montañas submarinas que hacen difícil la exploración, y el golfo de Adén, debido a que alberga arrecifes de coral y ecosistemas marinos sensibles que requieren una adecuada gestión de la investigación para evitar daños ambientales.

Asimismo, el océano Pacífico aún tiene muchas áreas por descubrir, ya que es el más grande del mundo. En ese sentido, existe una gran oportunidad para el descubrimiento de nuevas especies y nuevos ecosistemas a fin de preservar la biodiversidad oceánica a nivel mundial.

Para Juan Carlos Riveros, director científico de Oceana Perú, la mayor parte del dominio marítimo nacional sigue sin estudiar y la información disponible se centra en las primeras millas, principalmente por temas de logística y costos. “En mar abierto solo se han podido realizar evaluaciones hidroacústicas y de vertebrados mayores a partir de observaciones a bordo. La posibilidad de contar con evaluaciones de biodiversidad o sistemáticas de los fondos marinos todavía es muy remota”, indica.

Expedición de Oceana Chile en 2011 a la cadena de montes submarinos Salas y Gómez, la cual colinda con la Dorsal de Nasca en Perú | Crédito: Eduardo Sorensen

Dorsal de Nasca: un 84% por explorar

La Reserva Nacional Dorsal de Nasca (RNDN) es la primera área protegida 100% marina del Perú, que permite conservar alrededor del 8% de la superficie marina nacional y parte de la cadena de montañas submarinas Dorsal de Nasca, que recorren gran parte del Pacífico sur. Se ubica a 105 kilómetros de distancia de la costa, frente a la región Ica.

Según la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra del Perú, la RNDN tiene un 84% de áreas por descubrir. Los temas pendientes de exploración son la estructura geomorfológica, circulación general de las corrientes profundas y biodiversidad. Las características de la Dorsal de Nasca dificultan su investigación, pues presenta una superficie irregular con fosas, cañones, cimas y cuevas.

Con más de 3 000 metros de profundidad y una superficie de 62 392.0575 kilómetros cuadrados, la Dorsal de Nasca es una oportunidad para indagar y aumentar el conocimiento sobre las especies y condiciones de vida en los fondos marinos. Según el Plan Maestro de la RNDN 2024-2029, hasta ahora se han caracterizado 33 especies de interés por su estado de conservación, de las cuales se han priorizado 11: albatros de Chatham, albatros de Buller, albatros de Salvin, albatros de ceja negra, petrel de Masatierra, petrel gigante del norte, tortuga cabezona, ballena azul, cachalote, ballena jorobada y orca.

Riveros señala que en años recientes se ha generado información importante sobre la Dorsal de Nasca, con foco en el perfil del fondo y en los factores físicos como las corrientes y la salinidad de la columna de agua, pero aún queda mucho por estudiar. “Si hablamos de lugares que ameritan una mayor investigación, serían los montes y cañones submarinos, en los cuales se pueden encontrar organismos con diversas adaptaciones para ambientes extremos”, resalta.

¿Por qué seguir investigando el mar peruano?

La obtención de un mayor volumen de datos sobre el mar peruano es fundamental en dos aspectos. En primer lugar, la actividad pesquera se beneficiaría del conocimiento de los ciclos de nutrientes, las conexiones tróficas y la distribución de las fases juveniles de los múltiples recursos marinos que aprovecha. “Esta información serviría para mejorar las estimaciones de los stocks, proponer nuevas medidas de manejo e incluso abrir nuevas pesquerías si es que se encuentran recursos accesibles que se puedan aprovechar de manera sostenible”, sostiene Riveros.

En segundo lugar, en Perú existe un enorme vacío de información sobre la biodiversidad marina y probablemente haya decenas o cientos de especies aún no descubiertas por la ciencia. Por ejemplo, a grandes profundidades o bajo condiciones de escasez de oxígeno algunas especies han tenido la capacidad de adaptarse. “Estas adaptaciones, normalmente asociadas al metabolismo, podrían ser estudiadas y servir de insumo para nuevas sustancias sintéticas como medicinas o materiales. En cierto sentido, el fondo marino es como una gran biblioteca de recursos genéticos que todavía no hemos explorado”, subraya.

Sin embargo, para que una agenda de investigación del mar peruano se cumpla, es clave asegurar el financiamiento al IMARPE y a otras entidades académicas. De acuerdo con Riveros, una propuesta es evaluar iniciativas público-privadas en las cuales las flotas particulares puedan ofrecer asistencia y así recibir estímulos tributarios por su contribución al conocimiento del mar peruano.

Otra opción es analizar qué tipo de incentivos se pueden ofrecer a las entidades de investigación extranjera que usualmente tienen las capacidades y herramientas para conducir estudios especializados en aguas profundas. “Es lamentable que recientemente no se haya autorizado al Schmidt Ocean Institute completar una expedición coordinada con el IMARPE en la Dorsal de Nasca. Si no tenemos la capacidad o recursos locales para hacer la investigación requerida para valorar nuestros recursos marinos, deberíamos, al menos, buscar alternativas para ir subsanando paulatinamente estas carencias”, concluye el especialista.

Expedición submarina de Oceana Perú a la Reserva Nacional de Paracas en 2023 | Crédito: Eduardo Sorensen