junio 15, 2016
El PBI, un indicador inadecuado para la gestión de la pesquería de anchoveta
BY: Oceana
Topics: Planes de Manejo
Usar el aporte de la pesca al PBI como eje del debate para decidir una primera temporada de pesca de anchoveta es contraproducente para la sostenibilidad del recurso vulnerable por las decisiones no sostenibles tomadas durante El Niño.
No cabe duda que la pesca da grandes beneficios al país como empleo, ingresos y seguridad alimentaria. Si bien Perú es un líder mundial en pesquería, el aporte de este sector al Producto Bruto Interno (PBI) no está a la par de otros sectores como el sector de la minería e hidrocarburos, construcción o servicios.
Hoy en día escuchamos el mismo discurso, ya que el aporte de la pesca al PBI de abril ha caído un 77,1%, el peor declive del año; y se aconseja “resolver las controversias” entre la industria y el Estado que puedan ayudar a remontar la desaceleración económica de los últimos dos años.
Sin embargo, señalar que la pesca es el gran responsable del freno de la economía carece de sustento. Si miramos las cifras de los últimos 15 años encontramos que la pesca aporta menos del 1% al PBI y tiene un rol secundario en la evolución de la productividad económica.
Así, podemos observar que la pesca no ha superado los 3 mil millones de soles anuales (valor a precios constantes de 2007), mientras que la minería e hidrocarburos alcanzaron un pico de casi 60 mil millones.
Esto se agrava si comparamos la relación entre la pesca y el sector minero y de hidrocarburos, este último puede aportar hasta 30 veces más que la pesca. En ese sentido, el sector pesquero no tiene la capacidad de modificar sustancialmente el PBI, ya que su aporte está muy por debajo de otros sectores.
La gestión pesquera y el PBI
Un manejo pesquero sostenible no se puede lograr teniendo como único indicador el aporte constante del sector a la generación de la riqueza nacional, ya que tiene una naturaleza distinta.
En la economía se aspira a un crecimiento continuo y estabilidad, pero los recursos no siempre se encuentran a disposición de las demandas humanas. Las poblaciones de peces son vulnerables a las variaciones del ecosistema y a la presión pesquera. Es decir, la naturaleza y la actividad humana sin duda tienen un impacto que impide que el recurso sea inmutable.
Los términos del debate sobre la gestión de la pesquería no pueden basarse en el PBI y esto ha quedado demostrado en el último evento de El Niño 2015-2016. Las condiciones presentes en el mar peruano desde la mitad de 2015 junto con las discutidas decisiones de mantener la pesca de anchoveta en este periodo han afectado el stock de este recurso.
El informe de IMARPE de mayo reveló un panorama desalentador: la cantidad de población de anchoveta en el mar estaba por debajo del promedio histórico, más aún, un 69% de los individuos eran juveniles.
Los resultados demuestran que la decisión de abrir la segunda temporada del 2015 no fue acertada, ya que hubo una alta incidencia de juveniles (se realizaron 110 cierres por este motivo), lo cual no permitió la recuperación del stock como constata el mencionado informe.
Argumentar que la pesca de anchoveta es la razón de un aletargado crecimiento económico, es ponerse una venda en los ojos ante las consecuencias de decisiones de manejo inadecuadas. En las que primaron intereses económicos y políticos coyunturales frente a la viabilidad económica a largo plazo de la pesquería más importante del país.
Ceder de nuevo a las presiones del momento o incluso tomar decisiones anticipadas es mantener una política de gestión que ha demostrado su ineficacia tanto para la salud del recurso como para la economía.
Para que no se repita
Hoy debe primar la cautela y transparencia en la toma de decisiones. La ciencia recomienda y la normativa exige que no se debe abrir la pesca de anchoveta si la población reproductiva se encuentra por debajo de los cinco millones de toneladas establecidos como punto de referencia por IMARPE.
[Descarga el libro: El Niño y la anchoveta]
El enfoque precautorio basado en la ciencia debe orientar el manejo de las pesquerías con regulaciones y controles eficaces, más aún durante El Niño y otras alteraciones oceanográficas significativas. Solo así podremos sacar lo mejor de las lecciones del pasado y evitar que un cuarto de millón de peruanos dedicados a la pesca sea quienes paguen los platos rotos.