El aleteo es una práctica cruel, pero a la vez una de las más lucrativas, motivo por el cual aún subsiste, pese a todas las prohibiciones.
¿Qué es el aleteo? El nombre por sí solo ya nos da pistas. En esta práctica, los pescadores van a la caza de los tiburones por sus aletas, consideradas en algunos países un manjar, por el que los compradores están dispuestos a desembolsar ingentes cantidades de dinero.
Lo cruel de esta práctica radica en que solo hay demanda por las aletas, mas no por el resto del cuerpo. Debido a ello, los pescadores capturan al tiburón, lo suben a bordo y, aún vivo, le cortan las aletas. Luego, mutilado, arrojan al animal al mar. Según estudios científicos, cada año las aletas de hasta 73 millones de tiburones terminan en el mercado mundial. De las 14 especies que se comercializan en Hong Kong, más del 70% está considerada de alto o muy alto riesgo de extinción.
El caso peruano
El Perú se ha convertido en el principal abastecedor de Sudamérica de aletas de tiburón. Según datos oficiales de la FAO, nuestro país es uno de los 12 primeros exportadores a nivel mundial, al aportar cerca del 2% de la producción global de aletas. Si bien el porcentaje puede parecer pequeño, esto en realidad representa unas 400 toneladas de aletas de tiburón al año.
Afortunadamente, el Gobierno peruano está tomado cartas en el asunto. A fines del año pasado, el Ministerio de la Producción reguló -mediante el Decreto Supremo N° 021-2016-PRODUCE- el aleteo en nuestras costas, prohibiendo el desembarque de aletas sueltas de tiburón.
El objetivo de la medida es evitar el comercio ilegal de este producto y promover el aprovechamiento integral del recurso, de acuerdo a los compromisos internacionales asumidos por el Estado.
La norma exige a los pescadores desembarcar los tiburones pescados “con la presencia de la cabeza y todas sus aletas, total o parcialmente adheridas a su cuerpo en forma natural”. De esa manera, se prohíbe en todo el litoral peruano, el desembarque o trasbordo de aletas sueltas o troncos sin aletas de cualquier especie de tiburón.
La medida está en concordancia con la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), de la cual el Perú forma parte, que dispone el control internacional del comercio de algunos tiburones, entre los que se encuentra el tiburón martillo, de amplia distribución en nuestro litoral.
El valor de los tiburones
Si bien el mercado de las aletas de tiburón es millonario, hay pruebas de que este negocio no es tan lucrativo en comparación con el turismo relacionado al avistamiento de estos animales. Es decir, los tiburones valen mucho más vivos que muertos.
A esta conclusión llega un estudio de Oceana, que revela las grandes ganancias que genera el turismo en torno a estos animales en comparación a la venta de productos hechos en base a estos peces.
Por ejemplo, solo en Florida (Estados Unidos), el buceo en busca de tiburones generó más de 221 millones de dólares el 2016, una suma 200 veces mayor a las ventas de aletas realizadas en ese país en 2015.
“Solo en Florida, los ingresos generados por esta actividad (turística) son más de 200 veces que los del comercio nacional de aletas”, explicó Lora Snyder, directora de campaña de Oceana, quien detalló que, en 2016, tres mil 700 puestos de trabajo dependían del turismo de tiburones: la gente paga mucho dinero por bucear en zonas pobladas por estos escualos.
Anthony Fedler, coautor del estudio ‘El actual valor económico de los elasmobranquios en Las Bahamas’, destacó que ha habido un incremento “dramático” del interés de los submarinistas por observar a los tiburones en su hábitat natural. “La conservación y la gestión sostenible de los recursos de tiburones son cada vez más importantes para las economías locales, donde la sobreexplotación ha sido la norma durante años”, resaltó en entrevista con la agencia EFE.
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